Tiene 26 años
Tiene 7 hermanos
Estudia Bioquímica

Es activista desde los 15 años en diferentes organizaciones
Mis padres se separaron cuando tenía dos años porque él era muy violento. Soy la penúltima de ocho hermanos. Mi madre se mudó a España años después, me crie con mis hermanos mayores.

Cuando tenía 15 años comencé a asistir a talleres de información sobre derechos sexuales y reproductivos, este fue el primer camino para convertirme en activista. A los 18 años comencé a enamorar con un chico que era menor que yo, pero por las razones incorrectas.

Empecé el noviazgo por tener un lazo afectivo que no estaba encontrando con mi entorno, no porque me gustaba o me sentía atraída a esa persona, y esas relaciones no están destinadas a funcionar. Cuando le dije que quería terminar la relación, él no entendió las razones por las que había tomado esa decisión, y empezó a aparecer en mi universidad y en otros lugares. Me acosaba, me vigilaba, me amenazaba para que estemos juntos. Llegó a agredirme físicamente y yo cedía por miedo a que me hiciera daño.

Ahora que lo pienso no me sentía capaz de amar a nadie en ese momento. Tenía mucho resentimiento por algo que me sucedió cuando tenía seis años. Un señor que vivía en un cuarto en la misma casa que nosotros nos invitaba a ver televisión, aprovechó una de esas veces y me agredió sexualmente. Yo no me atreví a hablar porque me dijo que le iba a hacer daño a mi familia. Poco después, su hijo fue acusado de delitos similares.
Mi desconfianza hacia los hombres, y mi vigilancia y protección a mi hermana menor eran constantes. Grande fue mi sorpresa al volver a ver al tipo y a su hijo mudándose a otra casa a la que nos habíamos trasladado. Mi abuela que se dio cuenta de que algo malo había pasado, ella y mi hermana mayor decidieron que mi hermana más pequeña y yo nos mudemos a Cochabamba. Después de poco más de un año regresé a Santa Cruz.

Durante la época de colegio no me gustaba que nadie me abrace o me toque, usaba ropa ancha y nunca soltaba mi cabello. A los 15 años, cuando empecé a ir a los talleres, hablé con una psicóloga y pude empezar a relacionarme con las personas de una forma diferente. Tener una relación con ese chico años después, y ver cómo su carácter se tornaba cada vez más agresivo, fue como si todos los recuerdos traumáticos de mi niñez regresaron al presente y simplemente me congelaba.

Hay momentos en la vida en los que pasas tiempo perdida en los traumas del pasado. Hay otros en los que decides retomar tu vida y poco a poco la reconstruyes. Me empecé a involucrar más con organizaciones, participar en talleres y con mi activismo, promoviendo lo que tanta falta hace para luchar contra la violencia machista en la sociedad, que es la educación.
Durante la época de colegio no me gustaba que nadie me abrace o me toque, usaba ropa ancha y nunca soltaba mi cabello. A los 15 años, cuando empecé a ir a los talleres, hablé con una psicóloga y pude empezar a relacionarme con las personas de una forma diferente. Tener una relación con ese chico años después, y ver cómo su carácter se tornaba cada vez más agresivo, fue como si todos los recuerdos traumáticos de mi niñez regresaron al presente y simplemente me congelaba.

Hay momentos en la vida en los que pasas tiempo perdida en los traumas del pasado. Hay otros en los que decides retomar tu vida y poco a poco la reconstruyes. Me empecé a involucrar más con organizaciones, participar en talleres y con mi activismo, promoviendo lo que tanta falta hace para luchar contra la violencia machista en la sociedad, que es la educación.

En Actúa obtienes algo que es tan simple como fundamental y que personas que han vivido lo mismo que yo necesitan… apoyo. Poco a poco vas aprendiendo que cómo te vistas o cómo te peinas no convierte en culpables a las niñas o a las mujeres de ser agredidas sexualmente. La responsabilidad es siempre del agresor.

Acceder a información para prevenir o para denunciar la violencia es tan importante en una sociedad que culpabiliza a las víctimas. Mi madre no tuvo culpa de vivir violencia, ni yo la tuve, ni ninguna mujer la tiene.

En Actúa tengo un entorno que te fomenta salir adelante y te motiva a replicar lo que aprendes sobre la violencia machista. Incluso he dado un taller en la cárcel sobre ese tema, además de otros sobre los noviazgos y la salud sexual y reproductiva.

Con el tiempo mi padre nos pidió disculpas y la relación ha mejorado un poco. Después de años en el activismo aprendí que si me caigo me levanto, que tengo la capacidad y libertad para decidir salir adelante con lo que he vivido. Que soy capaz de tomar mis propias decisiones y ser feliz, y que antes de juzgar hay que comprender el proceso que está atravesando cada persona que ha experimentado violencia.